8/11/13

maria island, triabunna .

Último día en Bicheno, nos espera el ferry a Maria Island ya reservado. Como no sabemos muy bien la distancia y cuánto se supone que vamos a tardar en llegar al puerto de Triabunna, salimos bien temprano! 

Triabunna había sido una de las tantas ciudades, como Swansea y Orford, por las que habíamos hecho un paso veloz, aquel primer día de viaje por la Coste Este de Tasmania, por el apuro por llegar a Bicheno a tiempo antes de que nos cierre la recepción del Hotel. No sabíamos nada de Triabunna, sólo que esa noche íbamos a tener que pasar ahí, y todavía no habíamos tenido oportunidad de investigar ni rastrear nada, con esto de no tener internet en Bicheno, se nos había hecho difícil.

Llegamos más bien temprano, y como todas las ciudades de Tasmania (chicas, medianas o grandes) todo está perfectamente señalizado, era prácticamente imposible no encontrar el puerto y el muelle desde el que teníamos que partir. Los hoteles, cualquiera sea su clase (hostel, backpackers, motel, hotel, b&b, etc.) también están señalizados por su nombre junto con el nombre de la calle por la que vas circulando. Y en Triabunna, que es sumamente pequeño, estaba señalizada hasta la dirección hacia la que había que dirigirse para llegar a la carnicería, todo casualmente estaba en el centro de la ciudad, que consistía en el puerto, el puesto de información, la carnicería y UN hotel.

Estacionamos en el puesto de información, porque nos hacía falta, además de los tickets que ya teníamos para el ferry de María Island, los pases para el ingreso al parque nacional. Habíamos leído que ellos mismos también pueden hacerte las reservas de hotel (como de cualquier actividad que querías realizar). Como nosotros estamos sin internet y sin teléfono, nos resultaba más fácil pedirles en información y que ellos hagan el trabajo por nosotros.

Compramos nuestros pases para el parque, y la señora de información que era sumamente servicial, también nos hizo una reserva de hotel, que casualmente, era justo el que estaba enfrente!

El aspecto desde fuera, no era el más atractivo del mundo, y ella rápidamente (advirtiendo nuestras miradas) nos comentó que íbamos a estar muy satisfechos, porque las habitaciones, a pesar de lo que su imagen exterior mostraban, eran adorables. En fin, no teníamos muchas opciones, dijimos que sí y nos fuimos a dejar el auto en el parking del hotel, la recepción no abría hasta las 11 am. (de todas formas, se ofrecieron incluso en recibirnos a las 9 am, para que pudiéramos dejar nuestras cosas ahí, si hacía falta; si hay algo que tienen es siempre buena predisposición, no se les puede negar) y nosotros ya nos íbamos a la isla y volvíamos cerca de las 17 hs. por lo que no nos preocupaba mucho mientras tuviéramos un lugar dónde dejar el auto. Debajo del hotel, que estaba en un segundo piso, había una taberna, que parecía más bien EL bar del pueblo (mucho más, no ibas a encontrar!!).

Ya en horario, subimos al ferry. No era demasiado grande, entrábamos unas 42 personas. Podía llegar a tardar entre 20 a 45 / 50 minutos, dependiendo de las condiciones del clima de cada día. Hoy no era un día muy agradable, había muchísimo tiempo, por lo que se estimaba que íbamos a tardar en llegar, el tiempo más prolongado posible! El ferry se meneó, al cansancio. A tal punto que se podía salir al exterior y nadie lo hizo por con los rebotes el agua salpicaba hasta el techo… Se movía, sí, de a ratos saltos, de a ratos de costado…
Había gente que iba a pasar solamente el día, como nosotros, y volvíamos a eso de las 4 am., y había gente que se quedaba más tiempo, hay lugares donde acampar, o se puede dormir en el edificio de la antigua penitenciaría de la isla reservando con anticipación.

La llegada fue a Darlington, en donde hay uno de los 11 edificios penitenciarios históricos de Australia, una cárcel que sirvió de estación para aquellos presos que reincidían en el delito.

Desde ahí, se desprendían varias caminatas que variaban en tiempo y dificultad. Como teníamos que estar poco antes de las 16 hs. en el muelle para tomar el último ferry, sólo pudimos elegir entre las más cortas. El circuito Painted Cliffs era un "must", no podía faltar. El mejor momento para verlas era cerca de las 15 hs., hora en que bajaba la marea y las dejaba al descubierto. Por esa razón dejamos este circuito para lo último y nos fuimos a caminar por Fossil Cliffs. 

En el recorrido nos encontramos con nuestros primero WOMBATS. Estos no tienen la velocidad de los wallabies, por lo que pude perseguirlo por todo el jardín de la penitenciaría para sacarle fotos. No estaba muy contento el wombat, incluso me hizo algunos ruidos extraños y se ocultó debajo de una planta, pero como es una ternura, lo corrí a él y a todos los demás que encontré en el camino! jajaja


A la hora indicada volvimos al muelle a tomar el ferry. La vuelta fue mucho más tranquila. Ya no había prácticamente viento, el ferry se movía mucho menos, y nosotros estábamos muy cansados, creo que algo me dormí en algún momento.

Llegamos nuevamente a Triabunna y nos fuimos a hacer el check in a nuestro hotel "del centro". No encontrábamos la recepción y decidimos entrar por la taberna. Efectivamente la dueña (recepcionista y quién tomó nuestra reserva) estaba ahí. Era un exceso de amabilidad. Nos mostró la habitación, las salas comunes, etc. La habitación tenía al pie de la cama un lavatorio. Diego después de tantas historias de convictos, deliraba que el hotel en el que nos estábamos quedándonos era una antigua cárcel. Era súper temprano, pero nuestro hotel, entre las 5 y las 7 de la tarde, servía la cena. Por supuesto pasamos de ella, esas no son horas. aunque ya esté empezando a oscurecer! jajaja. Después de dejar nuestras cosas en la habitación, salimos a dar un paseo nocturno, en auto, por el pueblo. Había conejos por todas partes, en el patio del hotel, en las veredas, en los patios de las casas de la gente. Conejos, conejos y más conejos. Nos sentíamos en el pueblo de Wallace and Gromit. Volvimos a nuestra habitación y nos dispusimos a dormir, pero con la noche el frío empezó a sentirse. Era raro, nuestra habitación no tenía calefactores ni ningún otro artefacto de ese tipo. Diego se levanto y empezó a mirar y revisar todo. Hasta que vio que de la cama, de entre las sábanas de la cama, salía un cable. Lo enchufó. Y contra todos los pronósticos de que íbamos a terminar pegados y esas cosas, la cama empezó a calentarse. Era una manta térmica, que estaba puesta debajo de las sábanas en la cama de dos plazas. 

A medianoche Diego se despertó acalorado, se sentía como un pollo al spiedo, sin haber estado girando. Yo estaba a punto! jajaja















































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